José Nava @Cheoote . Un artista de la luz
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Reconocido por su excelente trabajo fotográfico. Convertido
en un maestro y ejemplo a seguir para quienes han decidido dedicar su vida a
retratar las realidades. José “Cheo” Nava compartió con Noticia al Día su
formación y vivencias a lo largo de sus 59 años de vida, la cual describió como
“única”.
Un 29 de diciembre de 1960 en una humilde vivienda del
sector La Cotorrera en El Milagro, nació “Cheo”, quien se convirtió en el hijo
número 14 de Silfredo Anthonio Nava Espina y Silfa Celia Montero Valbuena
“Mi nacimiento fue algo fuera de lo común porque mis padres
discutieron y no sé si él la empujó e hizo que el parto se le adelantara a los
ocho meses de gestación, solo sé que después de eso llegué al mundo a las tres
de la mañana”, comentó “Cheo”, mientras se fumaba un cigarrillo.
Recordó que su infancia transcurrió en la playa.
“Mi padre era pescador, mi madre ama de casa y yo un
muchacho de monte, corriendo descalzo por los cadillos, cazando iguanas,
comiendo caujaro y subido a las matas de mango y mamones”, dijo entre risas.
Su formación educativa inició a los cuatro años de edad,
cuando su madre lo inscribió en una escuelita. “A esa edad ya sabía leer, mi
maestra fue Chavira, ella fue la que me enseñó a leer y medio escribir”,
comentó, y con gracia agregó: “Yo iba era por los politos de Kool-Aid y
hacía las tareas porque que más”.
Dos años después “Cheo” fue inscrito por su madre en el
Colegio Francisco Eugenio Bustamante donde inició el primer grado. Su ciclo
básico lo cursó en el Guzmán Blanco y el diversificado en el Rómulo Gallegos.
“Al graduarme de bachiller fue un no sé qué coño voy a hacer
porque mi pasión es la biología, pero mi odio es la matemática, tanto así que
reparé 16 veces la materia en bachillerato, únicamente pasé la de primer año y
porque ya la traía desde sexto. Comencé la carrera de biología y cuando vi que
la matemática 21 y 22 eran incomibles, decidí irme para ciencias pedagógicas,
educación”.
La carrera la inició en La Universidad del Zulia (LUZ), pero
en el cuarto semestre la abandonó. “Me tocó salir a trabajar y lo hice primero
en una discoteca, cargando cajas de refresco, sacando basura y luego comencé
con la preparación de tragos, fui DJ, hasta que tuve mi propio bar en el Club
Alemán”.
En el año 1991 “Cheo” abandonó la coctelería y se dedicó al
estudio de la fotografía en la Escuela Julio Arraga. En la Secretaría de
Cultura se especializó en el arte y en el INCE estudió la fotomecánica y
mecanografía. “Cuando me gradué, me dediqué solamente a la fotografía”, expresó
mientras en sus manos observaba una vieja cámara de su colección.
“Cheo” confesó sentirse apasionado por la fotografía
documental.
“Nunca fui el fotógrafo artístico, filosófico, sino que me
gustaba mucho el documento e ingresé en el Departamento de Prensa de la
Secretaría de Cultura en el año 1987, pero estando allí, me parecía muy
aburrido, la foto de calle es más rica”.
Tras su renuncia el primero de marzo de 1992, “Cheo” es
contratado en el Diario La Columna. “Víctor del Moral, un gran amigo, me enseñó
un aviso del periódico La Columna que decía que solicitaban un reportero
gráfico con carro propio. Llevé mi curriculum un 30 de julio y el 31 me dijeron
que fuera porque ya iba a comenzar. Inicié un primero de agosto y mi primera
pauta fue de sucesos”, comentó.
Entre sus memorias recordó que inició su primer día con
zapatos de gamuza, pantalón gris y franela roja.
“En el medio me encontré con Gustavo Bauer que me dio dos
rollos, uno negro y uno a color y me dijo que fuera a la PTJ que quedaba en
Cecilio Acosta y buscara a Anthonio Fernández, llegué al área de prensa y
pregunté por él, me presenté y me llevó a la morgue. Al llegar había un muerto
y él me dijo que debía hacerle la foto carita, tipo carnet. Al ver aquella
puerta roja con guantes llenos de sangre colgando dije ‘coño qué es esto’, el
muerto ya estaba sobre la camilla enflusado. Me tocó subirme sobre él y le hice
la foto. Me puse de todos colores porque estaba nervioso”, expresó a
carcajadas, mientras recordaba la anécdota como su primera lección en el mundo
periodístico.
Cuatro años después “Cheo” trabajó en la Gobernación del
Zulia, en el mandato de Francisco Arias Cárdenas.
“Tuve una experiencia fuera del otro mundo con la gestión de
Arias porque una de mis primeras pautas fue meterme a una reunión del comando
unificado y al único medio que dejaron pasar fue el de la Gobernación. Hice la
foto y Eduardo Semprún me exigió el rollo y yo se lo negué, cuando me di cuenta
el mismo Gobernador me pidió el rollo y me negué, pensé que estaría botado,
pero no. Estuve con ellos tres años hasta que alguien, no sé quién, metió mi
curriculum en el Diario La Verdad y un 30 de abril me llegó Jairo
Lugo y me dijo que el primero de marzo debía presentarme porque ya tenía puesto
de fotógrafo y la jefa era Mónica Guevara
21 años han transcurrido desde que “Cheo” ingresó al Diario
La Verdad y aseguró haberse mantenido firme junto al medio por la libertad que
allí encontró.
“Yo te podía decir que eras malo y eso se respetaba. Podías
proponer, tenías libertad de acción y hacías lo que te gustaba. Yo fui el
segundo jefe de fotografía del diario y me eufano porque antes las fotos salían
en grande, eran criticadas y muy buenas”, confesó.
Entre sus inolvidables anécdotas junto al diario recordó que
una de sus experiencias más difíciles fue fotografiar las instalaciones de la
extinta Cárcel de Sabaneta.
“Hice una visita privada a la cárcel y la primera fotografía
fue al Cristo tiroteado, la segunda fue a un sembradío de marihuana y la
tercera a la piscina olímpica. Después de eso comencé a recibir llamadas donde
me amenazaban de muerte, hasta que un día le dije al tipo que me avisara el
momento que me iba a matar para ponerme el traje y la cédula en la boca.
Mirando al cielo, “Cheo” confesó que la vida no le dio hijos
propios, pero que ha conseguido en el camino a aquellos que los considera como
tal.
“Tengo hijos putativos y yo gozo con cada uno de sus logros.
Siempre les he dicho que el día que yo muera no voy a fotografiar para que la
muerte diga la última palabra, ellos van a seguir con ese legado que yo he
aprendido, que me ha enseñado la calle, que me ha enseñado meter la pata porque
la carrera de un fotógrafo en un periódico no es un sobre de sopa maggy:
caliento un litro de agua, le hecho el sobre y ya está listo, tienes que ver,
hacer fotos y tratar de que haya una disciplina y que todo esté de acuerdo a tu
ética. No te vendas porque pierdes ese valor intrínseco que es una fotografía
verdadera dentro de los medios de comunicación.
“Cheo” ha sido bautizado como “El Fotógrafo de la Virgen”
por su gran devoción a la Virgen de Chiquinquirá. “Mi devoción nació por mamá,
siempre me llevaba a las procesiones a la Basílica. Para mí ha sido un gran
honor ser nombrado el fotógrafo de la Virgen. Hace cinco años atrás me
condecoraron con el Escudo Basilical en su primera edición”, comentó.
Confesó sentir mayor acercamiento con la patrona en la noche
de su aurora. “Las procesiones se dividen en cinco, la bajada y el día de la
Virgen se empaña por el aspecto político. No puedes mezclarte como te
encantaría, pero en la aurora es el encuentro de la madre con sus hijos, es
algo tan bonito, es libre, tú a tú con ella. Verla en el amanecer es lo más
lindo”, dijo con lágrimas en ojos.
Secando sus ojos confesó haber recibido un milagro de La
Chinita. “La aurora es mi promesa desde hace 13 años porque tuve un accidente,
casi pierdo mi ojo derecho. Estaba conversando con una vecina y en mi casa
tenía una cuerda con un gancho de ropa, cuando me volteé el gancho me hiere la
esclerótica del ojo, pero no me lo perforó. Fue allí cuando fui hasta ella y le
pedí y aquí está”, dijo, mientras describía a la Santa Patrona como llena de
amor. “Es lo que es: amor"
Hace seis meses fue diagnosticado con cáncer de próstata e
iniciará su tratamiento después del 15 de mayo, tras salir del Diario La
Verdad.
“Tengo una pequeña lesión que me presiona la próstata y la
vejiga. Van a encapsular y si no desaparece tengo que operarme, es por eso que
trabajaré en una librería porque necesito un descanso, no puedo estar sometido
al estrés que genera un periódico”, expresó en medio de un suspiro.
“Durante este tratamiento estaré con Dios, la Virgen y
muchos amigos, porque el día que lo publiqué vinieron cinco a preguntarme
cuándo me venían a cuidar y eso es lo que me ha dejado la vida, que he sembrado
bien y cuando Dios te las pone bombita solo hay que batearla”, dijo,
mientras sonreía
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